Querido diario:
Ya sabes qué tipo de persona soy. Cuando bebo, me gusta cerrar los ojos y tragar lentamente. Imaginar que la bebida no se va a acabar. Que no tiene fin. Me gusta porque así me tomo los segundos uno a uno y los observo, los acaricio; disfrutándolos.
Hoy le imagino en el sofá, sentado a mi lado. Le imagino cantándome y contándome mil historias. Paseando por la calle Nueva o riendo de quién sabe qué tonterías. Porque tú, como yo, lo sabes: él es así. Pero sus ojos, su sonrisa, en mi imaginación se rompe en pedazos y cae. Cae y yo lo noto caer como mármol frío en mis pies.
Hoy, tres meses después, he vuelto a mi balcón. Vuelvo a cerrar los ojos para viajar en el tiempo, porque quién pudiera surcar hacia la primavera. Hoy me pongo el jersey roto y me recojo el pelo, que termina febrero y en mi balcón aún suenan Simon & Garfunkel y también Cat Stevens; pero las golondrinas huyeron buscando otra ventana cálida que visitar; ¡y me cabrea! Me cabrea porque cuánto hubiera deseado huir con ellas... que sentir el viento y la música en la cara ya no es algo que entiendan los demás.
Querido diario: ¿Qué está pasando? ¿Qué proceso mental me ha llevado a no controlar las ganas de dar, dar... ¡solo dar!?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
cuéntame lo que quieras... ¡no te cortes!