19 marzo, 2013

Maude

Su cara me recuerda a una manzana y cuando la miro se sonroja y me la imagino brillante y jugosa. Me gusta cuando me invita a entrar en mi cama pero la tormenta me desquicia. Si hay algo a lo que realmente temo; eso es el viento. La luz tiembla desde un cable roído por los pensamientos, y estos cuelgan a su vez de unas vigas de madera. Quizás sea por los recuerdos que aún vagan silenciosos por entre las grietas del jergón, pero aún huele a antigüedad aquí dentro. El viento empuja furioso y hace bailar la cortina verde del cuarto de mamá. Me recuerda al  movimiento de vaivén que cuelga de mi juicio. Cada vez que Maude me mira noto cómo me golpea un calor en las mejillas. 

Sonríe con ganas y yo la recuerdo en el otoño del 2000. Incluso cosiendo nuestras ya rutinarias discusiones la amé. Y deseo no dejar de recordarla nunca; Siendo siempre la chica-manzana bipolar. Ella era Maude. Era Maude por fuera... Era ella alegre, ella sonriente, ella loca, eufórica, chillona. Saltaba, corría, gritaba, reía, bailaba, y enloquecía en cada octava de su canción. Era Maude en color. Era Maude de rojo. Rojo por fuera...  

Cuando conoció a su nuevo novio, Maude sacó las garras y ya no sonreía para saludar ni tampoco para darme las gracias por las canciones del tintero. La recuerdo cada vez más perdida o más enloquecida. Cada día corría y buscaba y no se encontraba... pero ahora ya lo sé: seguía siendo Ella. Seguía siendo la chica-manzana. Con sus ojos color miel y sus pecas realzadas. Maude... Ella por dentro... Ella triste, ella atemorizada, ella callada, silenciosa, perdida, ausente. Callaba, paraba, lloraba, dormía, y se perdía... Era Maude en blanco y negro. Maude de blanco. Blanco por dentro... 

Y luego estás tú... que eres y no eres. Que estás pero no estás. Que me deseas y yo no lo sé... me cantas, me encantas,  y quizás estás ahí: sorprendiéndome, hechizándome, alejándote... ¡o esperándome! A caso será siempre o jamás. 
Estás tú que no existes. 

...y que por eso te tengo que inventar.

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